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Mauro Libi Crestani alimentos procesados

Tres verdades dañinas que quizá ignoras de los alimentos procesados

Si bien es cierto que los alimentos procesados son deliciosos y fáciles de conseguir, la verdad es que también esconden muchos riesgos para tu salud a largo plazo


Debido al cambiante ritmo de vida que tenemos, comprar alimentos procesados se ha convertido en una manera fácil de optimizar el tiempo de nuestra rutina diaria.

Mauro Libi Crestani, director de Frimaca, reseña un articulo de la revista Verily, escrito por Lindsay Schlegel.

Allí, la especialista explica que cualquier alimento pasa a ser procesado cuando ha sido preparado y empaquetado, listo para su consumo, siempre y cuando este no pierda sus cualidades nutritivas.

Pero el consumo excesivo de este tipo de alimentos trae consigo problemas de salud, más aún si están alterados químicamente, ya que se les adhiere una gran cantidad de ingredientes refinados y sustancias artificiales que podrían llevarte a padecer de diabetes, obesidad y problemas del corazón.

Una vez que comenzamos a ingerir estos alimentos tres cosas cambian en nuestro cuerpo, revelando el daño que producen:

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El sentido de recompensa

Comer grasas, azúcar y sal, activa en el cerebro el sentido de recompensa, imposibilitando entender cuándo hemos comido suficiente, lo que nos lleva a ingerir mayor cantidad de alimentos.

Vía expresa a la obesidad

El organismo toma energía y utiliza cerca de un 10% para procesar correctamente los alimentos que consumimos, pero con los alimentos procesados, el porcentaje pude variar dependiendo lo que se haya consumido. 

Schlegel detalla que esto provoca que el cuerpo necesite el doble de calorías al metabolizar comidas no procesadas, sobre todo las que no contienen un adecuado nivel de fibra.

Esa energía que no se consume se acumula, generando sobrepeso.

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Daño al sistema inmunológico

Cualquier tipo de alimento procesado provoca que el sistema inmune funcione incorrectamente, ya que se producen diversos procesos inflamatorios. 

Por ejemplo, el azúcar causa inflamación, reduce energía y da a la piel un mal aspecto, mientras que la sal, provoca deshidratación, insomnio, dolores de cabeza y fatiga. 

Lo mejor es seguir una dieta balanceada y que incluye prebióticos (fibras no digeribles como hojas verdes y guisantes) y probióticos (bacterias vivas como las de un yogur natural) porque así el sistema inmunológico funciona mejor.

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